Son las 6:30 de la mañana, llego en mi carrito rojo a la puerta del colegio. Durante el trayecto, y desde que entregué mi anterior grupo a la sede del bachillerato, fluyen en mi cabeza muchas inquietudes. Lógico, duré 5 años con ese grupo y llegué a un estado de trabajo tan armonioso, que solo tenía que pensar en hacer las clases muy divertidas e interesantes; pues, los estudiantes habían aprendido a trabajar cooperativamente. Llegaban puntualmente a clases, comparaban las actividades que desarrollar en casa, comentaban sus exposiciones, en fin, se ayudaban mutuamente. Con los padres de familia tenía una comunicación muy cercana porque participaban en las actividades de la clase y del proyecto de aula. Yo, claro, me sentía como pez en el agua. Ya había hecho un buen trabajo y esto me hacía feliz.
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Desde que me despedí de ese grupo, sabía que llegaría un nuevo reto a mi existencia profesional. Recibiría niños en primer grado. Algunos, hicieron su año de transición en nuestra institución, otros vienen de departamentos vecinos -sus padres llegan a trabajar de cuidanderos en las fincas cercanas- otros, por lo general, son hijos de padres que vienen del interior del país a trabajar en las industrias, que poco a poco han rodeado el corregimiento; sin olvidar, a los hijos de padres que tienen alguna relación con nuestro vecino cercano Venezuela.
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Durante todo el tiempo de vacaciones, estuvo rondando en mi cabeza ¿Cómo será el grupo?, ¿Cuántos estudiantes serán?, ¿Quiénes tendrán problemas?, ¿Qué nuevas estrategias tendré que emplear?, ¿Cuáles me dieron resultado en años anteriores? ¿Cómo voy a iniciar el proceso lector y escritor? Etc. en fin, “Ponte las pilas Alba” y comienza por comprarte un tarrito de Kola Granulada.
El primer día de clases, como todos los primeros días del año, padres que traen a sus hijos, los dejan corriendo porque van al trabajo, niños llorando. En su mayoría, padres que no se tomaron el trabajo de leer las listas que publican el grado y forman el caos; en fin, una jornada bastante dura pero revestida de mucha paciencia.
Se leen las listas a los acudientes, se organizan los grupos y las profesoras con su tropa nos dirigimos a nuestros salones.
Para brindarle un ambiente de confianza a los 43 pequeños estudiantes del grado 1, iniciamos la jornada con canciones infantiles cantadas a capela como: Sammy el heladero, Don tomate, Pinocho, Trencito cañero, etc. juegos de manos, ejercicios de atención, lecturas de cuentos, juegos tradicionales etc. En esa oportunidad los estudiantes salen un poco más temprano; el objetivo, brindarles un ambiente de confianza y seguridad.
¡Uf! Esperar a que se organice otro grupo con la llegada de una nueva profesora. Por lo menos que me quede un grupo de 35 estudiantes.
Foto de Marco Gutiérrez. Tomada de Flickr
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